sábado, 12 de mayo de 2007

esmas.com: entrevista a ariel moutsatsos


Destino: Nueva York
El oficio periodístico te lleva donde sea, cuando sea, Detrás de la Noticia


Por Salvador Carreño (Editor, Esmas.com)

Los mecanismos de la comunicación, que facilitan el intercambio y procesamiento de la información, están estructurados a partir de una visión que procura estabilidad a la forma en que el individuo se adapta a las circunstancias. Todos prevemos que ciertos acontecimientos, como el amanecer y el anochecer, ocurrirán indefectiblemente, y nos resistimos a aceptar la posibilidad de que el transcurrir de nuestras vidas se altere instantáneamente, pero sucede a cada momento.

Cuando grandes tragedias tienen lugar, nuestra mente se defiende y busca explicaciones que rayan en lo absurdo, o desvía nuestra atención hacia factores que no constituyen, ni mucho menos, el eje de la acción. Aun cuando pudiera pensarse que los periodistas somos sujetos que “mantenemos el control” ante cualquier adversidad, lo cierto es que la tensión sólo queda en suspenso –mientras cumplimos nuestra labor informativa-, pero no desaparece.

Así, por ejemplo, en la mañana del 11 de septiembre, en los momentos en que todos los medios de comunicación nos volcábamos sobre los atentados de Nueva York y Washington, en mi caso particular, antes que en la magnitud de la tragedia, en las implicaciones políticas, económicas y de toda índole que ello acarrearía, mis pensamientos se proyectaron hacia dos amigos que se encontraban en la Urbe de Hierro: una reportera que días antes se había mudado a esa ciudad por motivos de trabajo –y de quien hasta la fecha no tengo noticia alguna-, y Ariel Moutsatsos, quien habiendo egresado recientemente de la carrera de comunicación, pero ya con experiencia como colaborador en diferentes medios, incluyendo el nuestro, pasaba en Nueva York sus vacaciones.

Ariel se formó en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Ciudad de México, es colaborador de distintas revistas y, principalmente, de la Agencia Informativa Detrás de la Noticia, del conocido periodista Ricardo Rocha. Y fue para el noticiero de Rocha que se dio la inigualable, aunque terrorífica oportunidad para Ariel en Nueva York. Ahora que está de regreso en México, EsMas.com conversó con él para conocer uno más de los incontables ángulos de la tragedia, la visión de un corresponsal extranjero.

Ariel, tú ibas de vacaciones a Nueva York, ¿qué experiencias esperabas de este viaje?
“A mí me gusta ir a Nueva York cada vez que puedo, porque tengo amigos allá y es un lugar que me fascina por su oferta cultural, artística, musical, y me relaja; al contrario de lo que mucha gente pudiera pensar, es para mí como un retiro espiritual; lugares como Central Park me relajan, y me gusta mucho la mezcla cultural, el poder convivir con varias culturas al mismo tiempo, y creo que Nueva York es realmente el único lugar del mundo que te puede dar eso, el ir caminando entre paquistaníes, japoneses, italianos, griegos, judíos, latinoamericanos y anglosajones, entre otros; por eso voy, y lo que esperaba de este viaje era descansar."

“Fue un viaje quizá estratégicamente colocado al final de mis estudios para despejarme un poco, sentir que estaba en control de mi vida, aunque te das cuenta de que eso es un poco ilusorio. A esto hay que añadir que, como comentarista del noticiero de Carlos Loret de Mola (periodista financiero), debía hacer un comentario sobre el Nasdaq, el domingo 9, dos días antes de la tragedia, de modo que había ya un interés informativo enmedio del viaje de descanso”.

¿Cómo te enteraste de la tragedia, que al inicio parecía ser sólo un tonto accidente aéreo?
“Fue muy extraño. Me levanté un poco tarde, alrededor de las nueve de la mañana, cuando de repente recibí una llamada telefónica, de parte de la productora del noticiero de Ricardo Rocha, Detrás de la Noticia, quien me decía que se acababa de estrellar un avión contra las Torres Gemelas, y que necesitaban que lo reportara; al principio pensé que era broma, incluso supuse que esta amiga, Nayeli, quería que le comprara un souvenir o algo así, porque yo estaba por dejar Nueva York en dirección a Nueva Jersey, y que por eso me estaba llamando, pero entonces abrí la ventana, desde donde tenía una vista bastante buena de las Torres Gemelas, y me di cuenta de que en efecto se estaban incendiando. De inmediato consulté mis fuentes, y algunos minutos después estaba ya en la calle, reportando el hecho, tratándo de acercarme lo más posible a las torres”.

¿Cuál fue tu reacción -más en el plano humano que en el periodístico, si es que se pueden separar- salir corriendo en dirección a las Torres o en sentido contrario?
“Definitivamente salí corriendo hacia las torres. Creo que es instintivo como periodista, siempre he tenido la tendencia a correr en dirección de los acontecimientos, en vez de huir de ellos; desde que recuerdo lo he hecho así. Nunca pasó por mi mente el alejarme; de hecho, entré en una especie de excitación, que me decía ‘esto es un acontecimiento importantísimo, y yo tengo que reportarlo, tengo que grabarme todo lo que vea y escuche para reportarlo’."

“Obviamente, en los primeros instantes me sentía confundido, muy impresionado, porque desde ese momento se podía avizorar la magnitud de la desgracia, aunque no se hubieran derrumbado las Torres, el que hubiesen muerto las personas de los aviones era significativo, y sobre todo desde el segundo choque, pues era claro que no se trataba de un accidente”.

¿Qué sensación te produjo ver esa obra arquitectónica, ese símbolo, primero herida y luego desplomada?
“Eso fue, creo, lo más impactante, tal vez aquí tengo que ofrecer disculpas, porque no pensé tanto en el número de muertos, como en el sentimiento de orfandad que me produjo ver Manhattan sin las Torres Gemelas; lo primero que me hizo shock fue el impacto visual. Yo había subido ya varias veces al WTC, y la última vez fue 48 horas antes del atentado. Es increíble, todavía en este momento no puedo creerlo. Yo salí de Nueva York por uno de los puentes y no podía concebirlo. Si se puede decir así, ése fue el punto climático de mi cobertura, el momento en que vi a las torres humear, y pensé que iba a ser costosísimo repararlas, pero mi mente no dio el siguiente paso, su derrumbe fue devastador para mí”.

Háblanos de ese momento.
“Cuando narraba al aire lo que ocurría en Nueva York, caminando entre la gente que se desplazaba aturdida en todas direcciones, enlazado vía celular con Ricardo Rocha, recuerdo que él estaba comentando los detalles y lo interrumpí para informar que estaba viendo desplomarse la torre sur. Fue algo impactante, sobre todo porque ocurrió en una especie de silencio sobrecogedor que sólo se rompió por los gritos y los llantos desgarradores de la gente, cuando sin poder hacer nada, todos cuantos estábamos ahí vimos a la gente arrojarse por las ventanas de los pisos superiores; es algo que no se puede olvidar”.

¿Cómo equilibraste las emociones del visitante, con tus responsabilidades como periodista, sobre todo al reportar en vivo?
“No es algo que razonas al momento, el equilibrio que logres sólo puede determinarlo el radioescucha, el espectador; en ese momento traté de ver las cosas con un sentido periodístico, sin necesariamente bloquear las impresiones como cualquier otra persona. Aunque evidentemente traté de narrar porque tenía que hacerlo así, procuré que no me ganaran las emociones, porque me hubiera bloqueado."

“Esta cuestión más humana, si se le puede decir así-, me vino ya el último día, cuando no tenía que enviar ya más reportes; entonces sí, se me vino encima todo. El lunes y el martes siguientes, me sentía terriblemente asustado, incluyendo el tener que subirme al avión de vuelta a México. En el momento del atentado no, porque te lleva la inercia”.

Como periodista que eres, pero como periodista muy joven que eres, ¿esta experiencia cambia tu percepción sobre la disciplina de la comunicación, del periodismo?
“Claro, la cambia muchísimo, sobre todo porque yo no había tenido la oportunidad de reportear mucho, yo no soy ni la mitad de experiencia de la mayoría de reporteros que trabajan en esta casa (Detrás de la Noticia); entonces, en primer lugar, aunque uno tenga ganas de hacer oficio, cuando te enfrentas a un hecho como ése, lo único que puedes hacer es enfrentarlo lo mejor que puedes, con el criterio que tienes, con las herramientas que tienes, pero yo no llevaba la mente en una tragedia, desde luego, fue un aprendizaje forzoso en un instante inesperado, como suele hacerse la historia."

“Me sirvió, claro, para afirmar algo que siempre supe en teoría, pero que únicamente viviéndolo se entiende: que cuando estás en esto, ya seas editor, comentarista, reportero, camarógrafo, fotógrafo o lo que seas, no estás jugando; o sea, que lo que dices y haces realmente impacta a la gente, y que en ese sentido la responsabilidad es enorme, que lo que dices y reportas debe hacerse con cuidado y responsabilidad."

“Yo sí soñaba con algo así, desde hace mucho, la cobertura internacional me llamaba la atención desde la escuela, y me imaginaba en un escenario similar, como corresponsal de guerra en el extranjero; la circunstancia me colocó en ese sueño algunos años antes de lo que creo que hubiese esperado. Sin embargo, estuve ahí, y hube de asumirlo al instante, antes, debo confesarlo, de pensar siquiera en comunicarme por teléfono con mi mamá para que supiera que estaba bien. Creo que me ayuda a encaminarme con mayor firmeza hacia el periodista que quiero ser, y que no soy todavía definitivamente”.

Y, habitando en Nueva York, sobreviviendo ese momento, ¿qué lecturas entre líneas hiciste de la respuesta de los neoyorquinos al atentado?
“Los neoyorquinos suelen ser muy individualistas, no se preocupan mucho por lo que pasa en su entorno. Muchos de ellos tienen un perro porque no tienen a nadie más que les haga compañía, y eso puede incluso ser triste; sentimentalmente no es gente que se involucre demasiado. Ver que esta tragedia ocurría en un medio así, fue realmente conmovedor, creo que debe haber sido como en el terremoto de México en 1985, de repente la gente se volcó en masa ayudar, yo vi a muchos trabajadores de la construcción que dejaron automáticamente sus lugares para presentarse como voluntarios; señoras que salieron de sus casas llevando comida, instalándose en las calles, simplemente a esperar a que los bomberos pasaran para ofrecerles algo de comer o de beber; ver algo así en una ciudad como Nueva York es conmovedor. Y ocurrió desde los primeros momentos, paralizando una ciudad no acostumbrada a ello, fue como una película”.

¿Temiste por tu vida en algún momento?
“Sí, pero no al principio, no tuve tiempo mental ni cronológico de hacerlo, lo que quise fue salir a obtener la información, responder a las típicas preguntas de la información, de las que sólo sabía el dónde, y el qué; por mi vida temí, por primera vez, el jueves o el viernes, cuando por una noticia no confirmada, se decía que los estadounidenses ya estaban por atacar Afganistán, lo que presumiblemente sucedería en los siguientes minutos y horas; en ese momento, pensando ‘esta es la guerra y yo aquí adentro’ justo pasaron encima dos aviones, dos cazas estadounidenses, y casi simultáneamente sonó el teléfono y me puso un susto indescriptible. No sabía si era un patrullaje o si eran aviones enemigos; te entra una psicosis espantosa, porque no sabes cuál es realmente el poder bélico de Afganistán, y no te pones a averiguarlo. En ese momento sí que temí por mi vida”.

En el extraño pero seductor mundo de las suposiciones, si de repente se desatara la violencia, volverías al frente?
“Es probable que mucha gente no entienda esto, pero cuando eres periodista, si lo eres de corazón, te entra una emoción muy fuerte al informar de las cosas, y la emoción es más grande que cualquier otra cosa. Yo estaba dispuesto, a quedarme en Nueva York si la violencia se desataba completamente; y aún estoy dispuesto a hacerlo. Tal vez hasta sea un poco egoísta, porque yo quiero estar donde ocurran los hechos para yo mismo informarlo; es como con los corredores de autos de carreras, o con los deportistas de alto riesgo; para mí, estar en la información es lo más excitante.

Septiembre, 2001.

el porvenir de nuevos comunicologos: esmas.com


Extracto de la entrevista hecha por Esmas.com
Por Salvador Carreño (Editor, Esmas.com)


Me cito con Ariel en el Sanborns de Perisur, por allí de las ocho de la noche, cuando la apretada agenda de este joven y carismático comunicador de veintitantos años le permite hacerse un hueco para conversar con EsMas.com acerca del porvenir en la formación profesional de nuevos comunicólogos.

La carrera de Ariel ha mantenido un ritmo vertiginoso. Colabora con el prestigiado periodista Ricardo Rocha, y aunque no tiene una carrera de largos años en el campo laboral, recibió el año pasado de la agencia de Rocha una oportunidad tan espectacular como siniestra: la corresponsalía de la agencia en Nueva York durante el atentado al complejo arquitectónico del World Trade Center.

La idea de la entrevista es, explicamos a Ariel, que ubiquemos el panorama que pueden encontrar los jóvenes que están egresando de las universidades, no sólo en función de las circunstancias que enfrenta el mundo actualmente, sino desde la óptica de que al ser él un periodista que ha egresado recientemente del Tec de Monterrey, paralelamente es un cuate con mucha experiencia, con muchas tablas aportadas desde que estaba en la carrera, de modo que lo primero que le pedimos que nos comente es cómo ve, como joven profesionista, para las nuevas generaciones de periodistas, el futuro profesional:

“La carrera de comunicación es especialmente difícil de desarrollar, sobre todo en medios. Los medios de comunicación no están cerrados, pero los jóvenes creen que las puertas de los medios se abren de la misma forma que en otros trabajos, y no es así; en otros trabajos tú puedes llegar y decir, ‘éste es mi currículum vitae, quiero entrar’; y a lo mejor te hacen unas pruebas y entras. En el caso de los medios de comunicación te puedo decir que muchos de los lugares se tienen que ganar con talento, los medios no están cerrados a nuevas propuestas, siempre que sean originales y creativas, si lo que quieren es entrar a un medio”.

Y prosigue: “La competencia en los medios incluye, además, un amplio segmento de compañeros de trabajo que se han formado en la práctica, aun sin poseer una carrera. Por eso es importante que los estudiantes adquieran experiencia real, independientemente del medio en el que se desenvuelvan”.

Nuestra siguiente pregunta es si considera que las universidades del país ofrecen una formación académica apropiada para competir en el campo laboral: “Conozco muy bien el sistema del Tec, porque estudié y trabajé allí, y más o menos conozco otras universidades, como la Intercontinental, La Anáhuac, la Iberoamericana, la UNAM y la UAM; tomando en cuenta éstas, creo que es claro que cada una tiene su especialidad: la Iberoamericana es una universidad muy conectada con la investigación y con la teoría, y con todo el desarrollo intelectual humanístico; sus egresados son buenos en teorías de la comunicación; la Intercontinental, en cambio, es muy de medios, muy práctica de productores; la Anáhuac es tal vez más enfocada a cuestiones mercadológicas; la UNAM es mucho más periodística, más de crítica; la UAM da de los mejores periodistas de campo”.

“Por otra parte –continúa nuestro entrevistado-, no creo que la educación en México sea de las mejores del mundo, pero tampoco creo que sea tan mala como la han mostrado últimamente. En la carrera de comunicación, lo más importante está en lo que uno quiera hacer, A diferencia de medicina, donde si no estudias todo el día, no pasas, en comunicación sí, hay gente que hace como que hace y no hace nada, y sin embargo sale, pero ¡ojo!, la cuestión no es tan simple, la carrera de comunicación da comienzo cuando la terminas. Tengo compañeros que terminaron la carrera y nunca tuvieron intención de dedicarse a ella, la estudiaron porque era fácil. Pero el reto está luego de la escuela. Si entras con esa óptica, la carrera te transforma”.

En algún momento de la plática, Ariel reconoce que el Tec de Monterrey no es precisamente la “catedral” de las escuelas de periodismo, pero es enfático al señalar: “Estoy orgulloso de haber salido del Tec, y al día de hoy te digo que me ha servido más ser del Tec que de otra escuela, porque no te ven venir; cuando yo entré a Detrás de la Noticia, nadie me ofreció ser reportero, o la redacción, de inmediato me estereotiparon en Internet, suponiendo que, por mi perfil, lo único que sabría hacer era entenderme con una computadora; para mí fue una ventaja competitiva”.

¿Podríamos decir que todas las opciones son medianamente aceptables, sin llegar a extremos de escuelas patito?.

“Yo creo que sí, porque la escuela es importante en cuanto a la orientación que te brinda, en lo concerniente a ciertas pistas, pero la formación es responsabilidad esencial del alumno, y evidentemente me refiero a escuelas de prestigio”.

¿Qué tanto pueden los alumnos fiarse de sus profesores en la búsqueda del conocimiento?

“Realmente es difícil de determinar eso, hay veces que se conjunta que un profesor es muy bueno en el campo de trabajo, pero que en la universidad resulta que no sabe enseñar, o ve en la escuela un campo fértil para externar opiniones que no vienen al caso". Luego insiste en el tema: “Hay problemas en el ámbito docente, pero eso también ocurre en otros campos profesionales, y a final de cuentas, un mal profesor no te puede o no te debe impedir el desarrollo, siempre hay forma de solventar dificultades. Además, en todos los casos, casi siempre pasa que dos o tres profesores se convierten en definitivos en tu formación, y por ellos vale la pena el esfuerzo; yo tuve grandes profesores en el Tec, como Harris Whitbeck, Jaime Figueroa o Juan de Dios Piñón, y lo que ellos me enseñaron me dejó marcado más que, digamos, las teorías de Mauro Wolf”.

¿Calculas que los futuros comunicadores pueden esperar un futuro promisorio, en un país como el nuestro, donde la administración gubernamental parece navegar a la deriva, donde la cultura está manejada por gente torpe, donde pareciera que caminamos mucho más a hacia la derecha, hacia la represión?

“Creo que estamos viviendo una época interesante del periodismo en México, específicamente en materia de libertad de expresión. Yo no viví ninguna época de represión, ni llamadas de Gobernación, ni he vivido el “chayote” o el embute, que conozco porque de ello me han contado amigos periodistas. Todos sabemos lo que ha pasado con personajes célebres de la comunicación, que enfrentaron presiones e injusticias, o la muerte misma, como Manuel Buendía”.

Y más adelante: “Tal vez a algunos no les guste lo que voy a decir, pero creo que fue con la llegada de Carlos Salinas de Gortari que comenzamos a vivir un ambiente de mayor libertad, y no como una graciosa concesión del Presidente, sino como resultado de voluntad de ser libres, pero no volvimos a tener tanta represión como en el pasado cercano”.

Ariel considera que la situación actual es producto del trabajo diario, del esfuerzo de muchos periodistas: “No soy partidario de nadie, ni quiero quedar bien con nadie, pero tampoco creo en linchar a personajes como Jacobo Zabludowsky, porque él en su momento ejerció el periodismo de acuerdo con las circunstancias, así como Ricardo Rocha, Raymundo Rivapalacio y Julio Scherer, por ejemplo, han ejercido, promovido y aprovechado la libertad de expresión, han ganando terreno en este ámbito, creo que han hecho el terreno fértil y a la vez éste los ha ayudado”.

Cuando abordamos el asunto de los personajes, indefectiblemente asoma el problema de la ética periodística, ¿cómo asegurarnos esa libertad, sin caer en excesos en uno u otro sentido?, le preguntamos a Ariel:

“Lo hacemos cuando, sin importar si al Presidente o a otros funcionarios le hace gracia o no lo que se diga de ellos, los periodistas nos cuidamos de no convertirnos en carroñeros de los servidores públicos en desgracia. Creo que se puede ser crítico, tanto como se quiera, pero con argumentos. Yo leo a Scherer en Proceso y cada vez pienso que es la última vez que aparece, y sin embargo ahí está. Y veo a mi jefe -y no lo digo porque lo sea-, Ricardo Rocha, decir mil y una cosas del presidente Fox, pero con argumentos y ahí está. Los periodistas la tenemos ahora por un lado más fácil, pero por otro debemos ser mucho más responsables”.

Las ideas de este joven reportero son claras y precisas respecto del quehacer profesional: “El periodismo tiene la responsabilidad de ser la conciencia de la sociedad, ser los ojos y los oídos de la gente, y de contar historias, narrar hechos, con criterio e independencia. Si el Presidente opta por no leer los periódicos, no me preocupa; al contrario, me alienta, porque en otros tiempos, si el Presidente manifestara que deja de leer un periódico, no es sólo eso, sino que habría dejado de existir”.

Y añade: “Hoy, el Presidente Fox es sólo un lector más, y la suya es una actitud útil, dentro de la desgracia que suponga que Fox no acepte la crítica y cierre los oídos; pero también tiene la parte maravillosa de que el Presidente está conciente de que no puede callar a los medios. Ésa es la nueva relación, la nueva realidad de los medios. Cercanía sí, pero también distancia con el Gobierno”.

Ariel, quien siendo un joven centrado y de metas claras desde sus tiempos de estudiante, tuvo empero la ocasión de madurar de golpe el 11 de septiembre de 2001, mientras se derrumbaban frente a él las Torres Gemelas. Y reflexiona: “Creo que los chavos tienen ante sí grandes oportunidades, pero también grandes problemas. Hoy hay un campo enorme, con grandes matices, enfoques y posturas. Lo primero es, ahora, tener la sensibilidad para actuar con razón, que no es lo mismo que la inteligencia; la inteligencia es una capacidad, en tanto la segunda es un ejercicio; en segundo lugar, debemos procurarnos educación”.

Y concluye: “Estoy convencido de que todos nuestros problemas se resolverán a partir de la educación. Creo que cuando el país se eduque muchas cosas van a cambiar, incluido el papel de la religión...no creo que la religión sea un obstáculo para la razón, pero sí que en tiempos de ignorancia es un buen sustituto para la razón, y no te ayuda a compaginar tus creencias, tu fe, con el interés por la razón. Y conste que no soy ateo, aunque no voy a decir cuál es mi credo. Creo que todo va a cambiar con la educación, y la religión ocupará el lugar que le corresponde en la cultura humana, como lo ocuparán todas las cosas.

Abril, 2002.