jueves, 3 de mayo de 2007

punto.y.seguido: la crónica de crónicas


"Estás loco", fueron las dos palabras que hace más de una década mi madre pronunció asustada cuando le confesé que me llamaba mucho la atención ser corresponsal internacional, mientras veíamos en el televisor de la sala a un reportero en zona de conflicto. El bullicio de las personas cenando en las creperías de la Rue des Canettes logra pasar las ventanas de madera del pequeño apartamento de Paris que en nueve días dejaré para regresar a México e interrumpe momentáneamente el repaso mental intenso de estos años. Dicen que un instante antes del fin, las imágenes de toda una vida pasan por la cabeza. A punto está de morir mi estancia en Europa y ya ha comenzado la proyección de la película. Aquella noche que consideré en voz alta la posibilidad de ser periodista supe que mi madre me había escuchado pero nunca pensé que el destino también. Desde hace unos años he sido en buena medida arrastrado por los acontecimientos. No profeso religión alguna y hasta hace poco no creía que una mano invisible pudiera incidir en el vaivén de la vida. Después de lo que he pasado sería absurdo pensar que uno está en control. En su mayoría las grandes cosas ocurren cuando menos se esperan y en el mejor de los casos solo da tiempo de abrir los ojos. Los abro. El teléfono marfil junto al despertador con números rojos suena en el Hilton de Nueva York otra vez, descuelgo y la voz histérica vuelve a reclamarme estar dormido y maldice las veinte veces que ha llamado antes sin éxito; acto seguido escucho: “se acaba de estrellar un avión contra las torres gemelas, no cuelgues, vas al aire en dos minutos”. El corazón me late fuerte mientras tomo una bocanada de aire, como si fuera una criatura naciendo. El breve ruido rosa en el teléfono es la señal de que hablaré con muchas personas que escucharan por mis oídos y verán con mis ojos. Ricardo Rocha no saluda, bautiza: “Ariel Moutsatsos, nuestro hombre en Nueva York”. Otra vez el bullicio de la calle que rápido se convierte en ruido y ahora en estruendo, una torre se tambalea brevemente y comienza a caer. De pronto el silencio y abruptamente los gritos en la Puerta del Sol de Madrid, es imposible ver el fin de la enésima manifestación contra la guerra que viene en Irak, en el oído izquierdo la Cadena Ser retransmite fragmentos de la comparecencia de Aznar en el Congreso, en el oído derecho escucho al productor en México mientras los ojos de un joven me miran ansiosos por convertir su inconformidad en voz y transmitirla, otra vez el ruido rosa. Los altavoces sobre el templete donde canciones y poesías desfilan juntas por la paz son ensordecedores. Cuelgo el teléfono celular y veo inusual movimiento. Es evidente que algo pasa en el aeropuerto de Atenas aunque sea ya de noche; pregunto a una pared con forma de policía y recuerdo que las paredes oyen pero no responden. Una griega bien vestida se apiada y en inglés metafórico y mímico dice que al parecer han secuestrado un avión y va a aterrizar pronto ahí. Antes de que la aeronave turca toque suelo helénico mis dedos marcan apresurados a México. Daniel interrumpe un programa deportivo y presenta al único reportero mexicano transmitiendo en vivo desde el aeropuerto Eleftherios Venizelos. Una vez más el ruido rosa. Levanto la vista y en el televisor está la BBC. El video de Kelly llegando al Parlamento Británico se repite como si fuera el único que hubieran grabado; por el listón inferior de la pantalla las palabras vuelven a moverse:“… Doctor Kelly…scientific… weapons of mass destruction… found dead… yesterday...near his house... “ Oxford Street parece interminable. La llamada desde el celular que se paga en libras encuentra su destino y Daniel dice: “si quieres esta tarde todo el programa lo dedicamos a eso… ¿crees estar listo?", no sé si me pregunta o me reta, sigo corriendo y llego a High Holborn, entro apresuradamente en el ascensor y mientras se mueve pienso en lo que puede ser importante. Abruptamente el movimiento termina y las puertas se abren desvelando letras que no entiendo y policías por doquier. Una señorita me pide el pasaporte y en perfecto inglés pregunta cuál es el propósito de mi visita a Israel. El proceso se repite dos veces más acompañado de cateos invasivos. Afuera de las ventanas blancas pasa por la estrecha calle parisina un automóvil al que le suena mucho el motor, está muy trabajado. De pronto el taxi Mercedes se detiene y un soldado se apoya en la puerta derecha, bajo la ventanilla, entrego el gafete de prensa y el militar me mira, se prepara y suelta la boca interrogante: “¿esta usted seguro que quiere entrar a Ramala?”, asiento impulsivamente y el vehículo avanza. Al fondo, entre los escombros a que ha quedado reducida la Mukata, un pequeño edificio se mantiene en pie tal como su inquilino: Yasser Arafat. La magia de Medio Oriente termina por hechizarme, me acerco al muro de los lamentos y cierro los ojos para hablar con el ser universal. Las plegarias que se adivinan en la debilitada voz de quien las pronuncia resuenan en la plaza de San Pedro y hacen eco infinito en el sonido local, el Sumo Pontífice celebra sus veinticinco años y la cobertura periodística encuentra su razón de ser en la debilitada salud del Papa y en la cercanía del viaje definitivo que el otrora viajero incansable está pronto a emprender; la luz se extingue lentamente y cae la noche en Roma, las cabezas bajan y los ojos ceden. Los párpados pesan mucho como para abrirlos pero con los dedos adivino la ubicación del control remoto y enciendo el televisor del apartamento en Chamberí para ver si el mundo está como lo dejé antes de dormir. No es así. La frase “Breaking News” en letras blancas con fondo rojo preside la pantalla de CNN y en mi cabeza la resaca de la noche anterior que terminó muy de mañana, se mezcla con palabras que luego ordeno: “Explosiones en las estaciones de trenes de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia”…me sobresalto y otro teléfono de color marfil suena, otra voz femenina -esta vez tranquila- me confirma la pesadilla; al parecer hubo atentados con bomba en la estación de trenes de Madrid y en otras dos a las afueras. Una vez más corresponsal de la desgracia, salgo sin bañarme mientras maldigo el momento en el que se acabó la carga a la batería de la cámara digital que ya deje conectada. Estiro la mano para abrir la puerta del taxi y antes de que le diga a dónde ha de llevarme, el conductor se percata del chaleco azul de reportero, la grabadora y el gafete de prensa que cuelga impaciente del cuello… “¡Jo! no me diga que vamos a Atocha”. A veces un monosílabo es una repuesta muy amplia. El fierro retorcido de los trenes parece un retrato hablado de sus autores y lo primero que me viene a la mente son los autobuses que explotan los extremistas palestinos en el centro de Jerusalén. De pronto la calle esta tan callada que es posible escuchar el agua que corre por las tuberías del edificio, tal vez se deba a que es jueves, pero mañana habrá más gente y más escándalo. Hoy el silencio en Saint Germain Des Pres es propicio para la nostalgia de la partida que llega abrumadoramente. Me percato de que no he puesto ningún punto y aparte. Lo dejo así, al fin y al cabo en punto y seguido vienen los recuerdos, así pasa la vida.

París, Francia. 21 de octubre de 2004

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermano, ¿qué puedo decirte?

Lo has visto todo y a la vez pareciera que esa totalidad es un susurro frenético (callado en la mirada, ruidoso en la mente).

Si se acumularan las imágenes en la panza, habrías estallado de tanta cosa, pero a la vez es como haber tenido sexo con una rubia, una morena, una negra, una pelirroja y hasta una lesbiana.

Demasiado para apenas 34 años. Yo colecciono dvd's y cd's. Tú reportes y noticias. A lo mejor algún día juntamos tales "hobbies" y en un dvd incluyo todos tus testimonios, claro con soundtrack.

Saludos inphidélicos.

Gabriela Carajo dijo...

No sé por dónde empezar...
La vez que escuché esta crónica me volví fan y ahora que la leo lo compruebo.
Quería una copia y ya la tengo, lo cual te agradezco mucho.
Por favor no abandones el blog.
Eres grande, ¿de edad?, también.

Huron Citadino dijo...

Mi hermano, me hiciste recordar el momento cuando compartiste conmigo por primera vez tu inquietud de ser corresponsal, de estar en "los lugares", de vivir "los hechos". Tengo que confesar que la idea de que mi hermano ande metido en zonas de conflicto no me era ni remotamente grata, pero despues de tanto tiempo, tantos acontecimientos, tantas noticias, tantas anécdotas (que por cierto, hacen que los años se te acumulen como de 3 en 3 compadre), si bien la idea sigue sin ser grata, la realidad es que admiro lo que has hecho, la forma en que lo has hecho y claro tu elegantísima forma de compartirlo en este foro.
Un abrazo bro.

Anónimo dijo...

Q buena cronica de corridito y sin puntos.

Anónimo dijo...

Oye, se ve q tu y oluis se llevan bien. me recomendó tu blog. bien por esa.

soy amigo de luis.